Esta mañana vi a los generales Páez y Mariño. Le pedí a aquel que me diera, firmada por él, la seguridad que me había dado oralmente el domingo por la noche, de que las leyes de la república existentes, así como las personas que actualmente estaban empleadas bajo su protección, continuarían vigentes y en su puesto hasta la llegada de Bolívar como árbitro y mediador en los asuntos actuales. Y también le pedí que agregase al citado documento una seguridad adicional, de que los súbditos, en particular los de su majestad británica, serían protegidos, tanto en su persona como en sus propiedades; y yo enviaría dicho documento al ministro de su majestad para Relaciones Exteriores, lo cual, sin lugar a dudas, le demostraría la sinceridad de sus intenciones y podría coadyuvar grandemente en el restablecimiento de la confianza que, en Inglaterra, se vería ciertamente sacudida por las noticias de la revolución actual. Considerarán esta solicitud mía y me enviarán una respuesta. El señor Smith y el señor Gosling cenaron conmigo. Termómetro, 24 y 26.