Salí de La Guaira a las 5 de la mañana y llegué a Caracas a las 9. Si antes la ciudad tenía un aspecto desolado y desértico, ahora lo tiene para mí mil veces más, y lo mismo digo de mi casa. La costumbre me había llevado a disfrutar la agitación y el cambio de sistema que la estancia del señor Cockburne había traído y la casa del Libertador y todo su personal, pero particularmente él, también se habían vuelto tan parte de mí y mi círculo de amistades, que siento este vacío más de lo que puedo expresar, pero que faire: la vieja receta de resignación y paciencia, y disfrutaré de esas y de otras, diez veces más queridas por mí, después de la agotadora estancia de otros 16 o 18 meses. Al regresar encontré que Bolívar había emitido la siguiente proclama al pueblo, fechada en el cuartel general de Caracas el 4 de julio de 1827:
Venezolanos: Vuestros sentimientos me llamaron a Colombia, para emplear mis servicios en restablecer el orden y la unión entre vosotros. Mi más grato deber era consagrarme al país de mi nacimiento; por destruir a vuestros enemigos he marchado hasta las más distantes Provincias de la América: todas mis acciones han sido dirigidas por la Libertad y la Gloria de Venezuela, de Caracas. Esta preferencia era justa, y por lo mismo debo publicarla. He servido a Colombia y a la América porque vuestra suerte estaba ligada a la del resto del hemisferio de Colón. No penséis que me aparto de vosotros con miras ambiciosas. Yo no voy a otros Departamentos de la República para aumentar la extensión de mi mando, sino por impedir que la guerra civil que los destruye, se extienda hasta vosotros. Tampoco quiero la Presidencia de Colombia, tan envidiada por otros colombianos. Yo os prometo que luego que la Gran Convención sea convocada, y ejerza su benéfico dominio sobre vuestra felicidad, me veréis siempre en el suelo de mis padres, de mis hermanos, de mis amigos, ayudándoos a aliviar las calamidades públicas, que hemos sufrido por la guerra y la revolución. Ciudadano de Caracas, mi mayor ambición será conservar este precioso título: una vida privada entre vosotros será mi delicia, mi gloria y la venganza que espero tomar de mis enemigos. Simón Bolívar.
Su excelencia también emitió un decreto dejando al general Páez al mando total (tanto militar como civil) de los departamentos de Venezuela, Maturín y Orinoco, con órdenes estrictas de exigir obediencia a cada uno de los decretos vigentes, con la severidad que la situación actual de la república exige. Al general también se le habían conferido poderes para aumentar las fuerzas militares, en caso de invasión o conmoción interna, y se decretaba además que los generales e intendentes que encabezaban las antedichas provincias obedecieran con la mayor atención las órdenes del jefe supremo de Venezuela, y eso con la mayor prontitud y vigor. Cuando el vicepresidente de la república lea esta proclama y su decreto anexo, se dará cuenta de que los vínculos de amistad entre Bolívar y Páez son sinceros, y que han levantado una barrera tal contra sus ambiciones que con celeridad o lo derriban, o consiguen la independencia y separación de estas provincias de la república, si es que la intriga todavía frena los ansiosos deseos y esfuerzos del presidente por el bienestar de Colombia en general.
El señor Lievesly y yo cenamos solitariamente, pero no sin beber a la salud del grande y valiente grupo que va a bordo del Druid. Termómetro, a las 4, 24. No ha llovido.