Núñez de Cáceres espera desde hace unos cuantos días a algunas leguas de aquí, para tener la primera entrevista con Páez: circunstancia pavorosa. Con seguridad exagerará la ofensa que su gente recibió por el plan destinado a detener a las personas que le pertenecían en Caracas, al igual que el asunto de la deserción del regimiento. El general Mariño me aseguró que aunque ese cuerpo, junto con sus oficiales, les había abandonado, los orígenes y los consejeros del acto permanecían en la ciudad. Pienso que se refiere al coronel Stopford, un tal doctor Yanes, juez de la Alta Corte y el intendente, ninguno de los cuales, lo juraría, sancionaría tales medidas; medidas tan imprudentes y contrarias tanto a la tranquilidad de la ciudad como a la unidad de todos en un solo fin y dirigidas a echarle leña al fuego de la discordia civil y la venganza personal. Páez es extremadamente apasionado y apresurado, y si el doctor Mendoza no obtiene una audiencia del general a su llegada aquí, varios serán sacrificados y el resultado será la confusión y el pillaje. No obstante, esta es solo la opinión de gran parte del pueblo. Yo creo que la llegada de Bolívar está tan cerca, que la demora de Páez en llegar a esta capital tal vez obedezca a algún conocimiento oculto (más de lo que se sabe públicamente) de la fecha de la llegada del presidente. El señor Warrand cenó conmigo, y luego le llevé a casa del coronel Stopford, donde se encontraba el anciano y viperino señor Lancaster, quien es el más oscuro y peligroso de los seres del lugar. Se ha visto obligado (por su falta de principios) a alejarse de Inglaterra en la deshonra; de América por la misma razón, y no me cabe la menor duda de que su extravagante pasión por difamar a todo el mundo le traerá también la desgracia en Caracas. El coronel Stopford todavía está en La Guaira bajo una nubecilla de temor, y con razón, pues su último artículo en El Colombiano no fue escrito con la prudencia necesaria. Termómetro a las 7, 22 y a las 4, 25.