Esta mañana el señor Ward subió de La Guaira. Me trajo las resoluciones adoptadas por los comerciantes británicos, ensalzando al capitán Chambers y obsequiándole una placa (valor: 150 guineas) por los esfuerzos realizados para apagar el reciente incendio en aquel lugar, y un voto de gracias a los oficiales y hombres del Druid. En el curso del día de hoy se recibió carta del administrador de tabacos de una población cercana a Trujillo, fechada el día 8, afirmando que el general Bolívar había llegado a aquella ciudad, y también otra de un sobrino del general Páez, diciendo que había enviado órdenes a Valencia para prepararlo todo para el recibimiento del presidente, y que había salido a su encuentro. Mariño y el intendente por fin parecen convencidos de que Bolívar no está lejos. Aquel está tan seguro, que bien podría abandonar su partido si encuentra alguna excusa decente. Mañana habrá de leerse una proclama suya a las tropas: y hoy se voceó por toda la ciudad un bando referente a la proximidad del Libertador. Por la tarde fui a ver al doctor Mendoza para averiguar si había recibido noticias oficiales sobre el particular, pero solo pudo referirse a la carta citada. Con él estaba Mariño, quien esperaba en cualquier momento la llegada de un oficial de Valencia con la información. También se han recibido esta tarde noticias de Cumaná, del general Arismendi, diciendo que el pueblo de esa ciudad se ha declarado a favor de una reforma y federación. Los habitantes de Caracas están algo más animados. Las calles están atestadas de gente, y las impregna un leve susurro general de semiconjeturas. Veremos cómo resulta todo esto. No deja de ser muy singular que, en este país, las informaciones privadas se reciban antes que las de las autoridades. Plegarias a las 3 en casa del coronel Stopford. Termómetro, 23 a las 7 y 25 a las 4. No llueve.