El señor Ackers vino a verme ayer por la mañana con una representación firmada por varios de los súbditos británicos, relativa a la suspensión de los vales o giros del gobierno, que la aduana de La Guaira tenía por costumbre recibir como parte de pago para los derechos arancelarios. Pero por decreto del Libertador, desde su llegada a Caracas y a causa de varias falsificaciones, emisión injustificada de duplicados, etc., etc., se había ordenado una suspensión temporal hasta que se hubieran llevado a cabo las investigaciones pertinentes al asunto. La substancia de la petición de los comerciantes era que se me hacía esta representación para que interviniera «dando los pasos necesarios para inducir al gobierno a cumplir sus compromisos con la buena fe requerida y necesaria». También me piden que solicite que «el Libertador instituya una comisión para corregir y revisar las leyes de Aduanas recientemente sancionadas». Mi respuesta al señor Ackers, quien, por cierto, me tiene antipatía personal, fue que, después de haber considerado detenidamente su petición, yo no podía permitirme intervenir en el decreto que el Libertador había considerado su deber emitir, referente a la suspensión de los vales. Como al general B. se le han conferido poderes extraordinarios, él es el mejor juez para decidir hasta dónde le incumbe suspender o sustituir cualquiera de los decretos del Gobierno de Bogotá. Además observé acerca de este asunto que aquellas personas que han comprado vales se colocan precisamente en la situación de los poseedores originales; y, por consiguiente, deben atenerse a cualquier decreto relativo a esos documentos que el gobierno, o quienes desempeñan el poder supremo, consideren apropiado emitir al respecto. Al responder la parte del documento que se refiere a una ley que ha revisado todas las regulaciones de la aduana, así como los aranceles, etc., etc., emitida el, o alrededor del, primero de mayo, la cual, naturalmente, sometería a los comerciantes británicos a sus estipulaciones, lo único que declaré fue que si el señor A. quisiera particularizar cualquiera de los artículos que iban en detrimento del comercio británico, naturalmente se los haría notar al general Bolívar, pero que, sin un documento tal, no me sentía autorizado para decirle al Libertador, como lo deseaban estos caballeros, que el conjunto de las regulaciones de la aduana, según quedaban revisadas por la ley en cuestión, son en masse, perjudiciales a los intereses mercantiles británicos en este país. Esta fue mi respuesta, que, por supuesto, no era la que esperaban el señor Ackers y los pocos comerciantes que le acompañaban, entre los numerosos residentes. Nous verrons. El capitán Chambers cenó con nosotros, así como el señor Hurry y el señor Mocatta. Termómetro, 23 a las 7 y 26 a las 4.