Descubrí que el coronel Stopford fue el autor de la representación escrita por los tres comerciantes, Ackers, Anderson y Mc Whirter, al señor Cockburne. Lo dije desde el principio, pues no era solo mi opinión, sino también la de muchos más, que semejante documento únicamente podía haber salido de la pluma de Stopford. El triunvirato mencionado es demasiado analfabeto para haber sido su autor. Como el coronel S. ha recibido de mí en todo momento la mayor atención y amabilidad, me lo merezco diez veces menos. Puede tratar de protegerse alegando que los sentimientos expuestos son los de los comerciantes cuyos nombres aparecen en el documento, y que le fueron dictados, no habiendo hecho él sino vestirlos de un lenguaje correcto, y que únicamente ellos son las personas responsables. Es un gran sofista, y no me cabe duda de que este será el razonamiento que empleará para excusarse. Sea como fuere, no ha sido obra de una persona honorable prestarse, a petición de un amigo, a perjudicar a otro, pero sus problemas pecuniarios recientes le han involucrado tanto con casi todos los hombres de negocios y, recientemente, más particularmente con el señor Ackers, que no se habrá atrevido a negarse. Así pues, como bien verazmente lo asegura el doctor Johnstone, en el momento en que un hombre se mete en deudas, pierde la libertad de espíritu y se convierte en esclavo de sus acreedores. Le perdono, en la creencia de que «su necesidad y no su voluntad» se lo hicieron escribir, perjudicando a un amigo para corresponder a otro. Pero fue tan poco amistoso como amable. Nuestra sociedad aquí es ciertamente muy reducida. La conducta de los comerciantes me ha disgustado con ellos, y la del coronel me alejará hasta cierto punto de su casa, de modo que las paredes de mi propia mansión y el lomo de mi mula disfrutarán más de mi compañía y de mi persona. No ha llovido. Termómetro, 23° a las 7 y 25, a las 4.