Ninguna noticia. El señor Mocatta cenó con nosotros. Tiene tres relatos personales que acostumbra contar: sobre un diamante, un tumor blanco y una tormenta en el mar, todos muy interesantes para él, pues en su juventud fue aprendiz de tallador de diamantes y en sus años más juveniles tuvo un tumor blanco. En los de adulto, se hizo sobrecargo de alguna firma de estas partes, y las olas y el viento estuvieron a punto de mandarlo a vivir junto a sus padres judíos. Pero el destino le reservaba la suerte de convertirse en uno de los más respetables comerciantes y agentes mercantiles de esta ciudad, y padre de seis jóvenes israelitas a los 39 años de edad, compartiendo su existencia venezolana con una excelente clase de persona, atenta y hermosa, una criolla de Santa Cruz, no mayor de 22 años y, hasta este período, progenitora de siete ramas de la otrora favorecida raza, y otra joven ramita ya en plan de retoñar. Por la noche fui a casa de la señora Briceño. Un buen aguacero durante tres horas.