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Capítulo IV Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Páez, el hombre fuerte
1827 julio 06 - 1829 diciembre 31
Subcapítulos
Caracas

Terminé todos mis paquetes, etc., a las diez de la mañana y despaché el propio a La Guaira. El buque correo debe zarpar a las 3. Cartas recibidas de Bogotá esta mañana me dan mayores detalles sobre lo ocurrido en la capital, y el coronel Campbell me dice que el entusiasmo desplegado en esta ocasión fue mayor de lo que pensaba que podían demostrar los nativos. Noticias del coronel Wilson fechadas el 16 de junio en Socorro me dicen que el Libertador debía salir de allí al día siguiente con destino a la capital, habiendo recibido la invitación de las autoridades. He aquí lo que dice de la Convención: «La convención se disolvió por su propia disensión. 19 diputados protestaron contra la facción de Soto que los oprimía y les había quitado el derecho de expresar sus sentimientos libremente. Muchos otros aceptaron retirarse, aunque por debilidad no quisieron firmar la protesta. De modo que así se disolvió la convención por falta de número. Santander, Soto y Azuero, conscientes de la intención de los 19 protestantes, también enviaron sus firmas bajo el pretexto vago de que sus opiniones demasiado liberales los hacían repugnantes para muchos de los diputados, una mera farsa para que su retirada pareciera menos ignominiosa. El pueblo de Bogotá, que estaba perfectamente consciente de los hechos —y temía los fatales resultados— se reunió espontáneamente el 13, y el resultado fue el de conferir al Libertador facultades extraordinarias a fin de preservar la integridad de la nación y regenerar la perdida Colombia». Así expiró una asamblea nacional y un organismo político que lo tenía todo en su poder y que no pudo hacerlo peor ni traer mayor desprecio a la representación pública. No cabe ninguna duda de que todas las divisiones de la república seguirán el ejemplo de lo que se ha hecho. Y veremos hasta qué punto la capacidad de Bolívar es adecuada para un legislador moderadamente despótico, pues sin un toque bastante fuerte de despotismo su gobierno no servirá para nada. Se celebró un tedeum en la Catedral por el reciente acontecimiento; un desfile de la guarnición por la mañana, a saber la milicia cívica, la caballería, el gran cañón y el regimiento Junín. Por la noche la plaza se llenó de gente de todos los colores, edades, rangos y sexos, en masse escuchando canciones patrióticas y una banda de música militar completa. La orquesta estaba instalada en un templo levantado para la fiesta, decorado con las banderas de Colombia, el Perú y Bolivia, junto con el gran retrato del Libertador, que fue llevado con la pompa y ceremonia apropiadas, una guardia de honor y un cortejo adecuado, de casa de doña Antonia (la hermana de Bolívar) a la escena de alegría en la plaza. La noche era hermosísima y todo fue alegría y explosiones ocasionales de entusiasmo. Todos y cada uno de los individuos parecían satisfechos de lo que había ocurrido. Plegarias como de costumbre en casa del coronel Stopford. El mensajero portador de las cartas llegó a La Guaira a las 3 y el paquebote zarpó a las 5.

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