Mi cumpleaños. Qué feliz hubiera sido si hubiera podido celebrarlo ya en la casita de campo, con aquellos que están más cerca de mi corazón, pero mi destino no era el de dedicarle tanto cariño, sino el de un deber público en La Guaira. Salí de Caracas para ese lugar a las 4 de la mañana y llegué a casa del señor Ward antes de las 8, siendo este el día fijado por Páez para comer con el almirante Fleeming. Su excelencia y Estado Mayor ya habían llegado y estaban instalados en la mansión del gobernador. Poco después de desayunar, vino buscándome un bote del Barham con una nota de su excelente jefe para pedirme que fuera a ver a Páez e informarle de los siguientes arreglos para el día, a saber que a las 2 de la tarde el almirante y sus oficiales le visitarían y saludarían en tierra, y a las 3 los botes regresarían para llevarle a bordo con el resto de sus acompañantes, y la comida estaría servida precisamente a las 4 para no retener demasiado tiempo a S. E. a bordo. Hecho esto, fui a bordo del Barham, donde permanecí hasta la hora fijada para ir a rendir homenaje al valiente héroe colombiano. El almirante Fleeming iba acompañado por los capitanes Walpole y Deare del Ranger y el Grasshopper, su propio oficial general de marina sir John Lewis y el capitán [?], además de varios capitanes de infantería de marina, etc., etc., etc. La visita de cumplido pronto finalizó y a las 3 la barcaza regresó a buscar al general y su séquito. A las 4 se sirvió una espléndida comida en cubierta, y se hicieron varios brindis y discursos apropiados. Todos parecían halagados y satisfechos, y a las 8 y media estábamos de vuelta en el muelle de La Guaira.