Esta mañana me llegó aquí el correo de Caracas con la información de que el 26 de noviembre de 1829 se había celebrado en San Francisco una reunión del pueblo, en la cual, después de mucha discusión se calificó a Bolívar de ambicioso y amante de la corona, se decidió que Venezuela debía convertirse en un Estado separado e independiente, y que debía llamarse al general Páez a ocupar el cargo del poder supremo, con el título de Libertador de Venezuela. Parece claro que en el escenario político de ese perturbado hemisferio se está representando una segunda parte del drama político que presencié en 1826, pero no terminará en Caracas, como fue el caso en aquel período. Bolívar ha bajado en la estima de sus propios compatriotas: parece que sus coterráneos lo han anatematizado y ya no se le considera como el «Genio de la Paz», el «Padre Héroe» y el «Iris de la Paz del Nuevo Mundo». La gran República tiene que dividirse, y entonces probablemente veremos cómo le sienta la chaqueta federal del Norte a estas inquietas formas de la gente del Sur.