Salí de Esher en coche para la ciudad. Llovía a cántaros, pero como probablemente esta sea mi última visita allí, no tenía alternativa. Hablé con lord Dunglas en el Foreign Office, quien me dio la más absoluta seguridad de que haría todo lo que estuviera en su poder para que lord Aberdeen no se olvidara de mis intereses y mi ascenso, pidiéndome que lo tomara con calma. El señor Backhouse, a quien vi después, me dio las mismas seguridades satisfactorias, y me comunicó que lord Aberdeen le había dicho que el tiempo que yo había pasado en Inglaterra no debía contarse como vacación: el señor Rolleston se encargaría de arreglar todo esto. Vi al señor Rolleston, y quedamos de acuerdo en todo. Me despedí, fui a pagar mis facturas pendientes, me empapé y luego tomé el coche para Esher: llegué a casa para cenar. ¡Todo bien gracias a Dios!