El lugar de la cita de los jefes, o sea Valle de la Pascua, no está lejos del río Unare. El general Monagas estaba en Aragua el primero de mayo y le escribe al general Páez que para detener el derramamiento de sangre, y la sangre que se ha derramado de la manera más atroz en Cumaná (aludiendo, sin duda, a la muerte del general Rojas, que cayó bajo las balas de sus propios soldados), accederá a la deseada entrevista, siempre y cuando cesen primero las hostilidades, y, a renglón seguido, dará órdenes a sus soldados de que hagan lo mismo. Es todo. No se refiere al objeto de la reunión, ni a condiciones ni reconciliación. Páez, en respuesta a lo antedicho desde Calabozo el 24 de mayo, consiente que se realice la entrevista diciendo que está autorizado por el Congreso a emplear cualquier medio de que disponga para hacer la paz, garantizando la seguridad de las personas y propiedades de quienes estuvieron comprometidos en la revolución de las provincias orientales. No obstante, aunque está autorizado a realizar tan deseable gestión, no acepta ninguna proposición que esté en oposición directa a la Constitución o sea degradante para el gobierno. Veremos en un par de días hasta dónde el presidente en campaña mantendrá la palabra dada, pero puesto que ha sido tan constitucionalista, aunque no razonablemente, en una o dos peticiones opuestas al Congreso y relativas a sus poderes ampliados, no dudo que cumpla sus deberes patrióticos al pie de la letra. El señor Mocatta cenó conmigo.