A las 6 de la mañana mi sirviente Francisco salió para La Guaira con mis paquetes, bajo una lluvia torrencial. Nada de particular, salvo la llegada de 600 hombres de las provincias orientales, todos medio muertos de hambre pues no habían comido nada durante estos cuatro días, y con raciones de servicio tan escasas que se vieron obligados a vivir de hierbas y agua salobre. Como consecuencia, al llegar estos pobres infelices a La Guaira desertaron de 14 a 15 por día. Esto es revolución y derechos iguales. No hay un general, oficial o miembro del Estado Mayor que no se haya mantenido gordo y en buenas condiciones durante esta campaña de hambruna. El general Mariño ha llegado a Caracas, y seguirán llegando otros (patriotas) tan inútiles como él. El señor Ward y el señor Mocatta cenaron conmigo. Oficié en el entierro de un americano llamado Curtis, en la casa donde murió, y como nosotros los herejes no tenemos cementerio, se le enterró en el patio, cerca de la puerta de la cocina.