El buque correo, como viene ocurriendo recientemente, llegó a La Guaira antes de hora. Se lo esperaba el 17, y arribó esta mañana, ¡gracias a Dios! Mis queridas hermanas están bien a pesar de sus recientes fatigas y ansiedad durante los últimos días de la invaluable vida de nuestra amada y venerada madre.
Mis temores empiezan a ser profundos en cuanto a la existencia de mi hija querida en San Petersburgo, puesto que el espectro del cólera se ha hecho presente allí, pero debo confiar en la bondad del cielo para que la preserve y pueda yo pasar muchos años en mi querida Rusia. Sin mi hija ya no tengo ningún incentivo ahora.
Parece que existe un malentendido en Cumaná, y se ha destinado al coronel Avendaño allá con la esperanza de que el asunto pueda resolverse amistosamente. Atareado escribiendo todo el día. Los señores Boulton, Mocatta, 2 O’Callaghan y Egan cenaron conmigo.