Copia de una carta del general Santander al general Páez.
Señor: Siendo un sincero y constante amigo de la verdadera libertad a la que el mundo me ha visto sacrificar consideraciones, amistades, honores y un futuro halagador, quisiera felicitar a cada uno de los patriotas venezolanos que han contribuido a la victoria, indudablemente permanente, de los principios republicanos proclamados desde 1810. Pero no siéndome posible satisfacer este vehemente deseo, no puedo encontrar un mejor agente para presentarles mis deseos que el ciudadano al cual, en las poblaciones, se ha confiado la difícil carga de mantener su razón de Estado. Confío que Vuestra Excelencia querrá aceptar este encargo y recibir en nombre del pueblo venezolano la expresión de mi alegría al verlo árbitro de su propio destino, gobernado por leyes de su propia elección, y presidido por un ciudadano que, a sus títulos de bravo soldado de la Independencia, debe añadirse el de Magistrado fiel y leal a sus legítimas promesas. Que Venezuela sea feliz bajo un régimen digno del Siglo y de sus sacrificios, que, unida a las otras secciones del Cuerpo Nacional que el Mundo ya ha saludado con el nombre de Colombia, contribuya a restablecer el honor, la paz, la concordia y la libertad colombianas para todos y que, gobernada por Magistrados de su clase, siempre sea digna de la confianza pública a pesar de toda clase de tentaciones ambiciosas y negra calumnia. La felicidad de los venezolanos será entonces una realidad, todo el pueblo de la gran comunidad colombiana disfrutará de beneficios iguales, y Europa confesará, por fin, que somos capaces de vivir bajo instituciones republicanas. Hoy hay que resolver un gran problema en Colombia, después de las agitaciones y partidos en los que, desafortunadamente, nos hemos visto envueltos: si es que nuestra vida política es posible bajo un régimen que dependa del desarrollo de la ley del pueblo. Se exhorta a V. E. a contribuir a esta excelente solución, y confío que la buena fe, felicidad y verdadero patriotismo por parte de los gobernantes y gobernados, de todos los Estados de nuestra Patria común, decidan favorablemente la cuestión. Reciba V. E. particularmente mis felicitaciones por su conducta durante las difíciles circunstancias bajo las cuales ha triunfado la libertad, indudablemente para nunca más perecer. Con sentimientos de alta y distinguida consideración y profundo respeto, soy el obediente Servidor de V. E. (firmado) Francisco de Paula Santander. Nueva York, a 4 de noviembre de 1831.
Qué servilismo, cuánto halago y cuánta insinuación política: se ve a las claras cuáles son la esperanza final y las ideas ambiciosas del autor. He copiado esta carta simplemente para mostrar cómo los acontecimientos y circunstancias cambian las opiniones y conducta de los hombres. Qué diferentes en tono y carácter eran los sentimientos del general Santander en 1826, cuando buscaba la ruina de Páez, y no había epíteto lo bastante vil o indigno para designarle, hasta que por fin (como presidente encargado de Colombia) fue impulsado a dar el paso de ese año, que casi separa, entonces, a Venezuela de la Gran República. Si nuestro valiente jefe hubiera caído en la astuta trampa del vicepresidente, pocas son las dudas de que se le hubiera hecho un juicio farsante y hubiera tenido un final trágico, o se le hubiera desterrado de por vida. Cuánta envidia, odio y malicia, pero la Providencia había reservado a Páez actos más gloriosos que realizar. Su poder e influencia así como gran espíritu le salvaron. Es cierto que mantuvo al país en estado de agitación y revuelta, hasta el regreso de Bolívar del Perú que este verdadero patriota había suplicado repetidamente, e igualmente desde el trastorno existente. El temor de una revolución general apresuró al Libertador y pronto todo era paz, pero no entre los generales rivales, que han sido enemigos desde entonces, y creo probable que lo sigan siendo a pesar de esta primera demostración manifestada —de uno y otro lado— desde la época antedicha. El partido bolivariano informa que Santa Marta y Cartagena se han separado de la Nueva Granada, cosa que a mí me parece mentira. Un tal señor Ramsey, de Saint Thomas, vino a verme con una carta de presentación.