Bajé al terreno fijado para el cementerio británico y marqué sus linderos para que el albañil pueda hacer sus cálculos. Cené en casa del señor Mocatta y conocí a las señoritas Da Costa (sangre judía por parte de padre); parecen personas modestas y sencillas, sin gran belleza ninguna de las dos, y tienen lindas vocecitas cantarinas. El doctor Vargas cenó allá.