Leí mis oraciones y el sermón que se dijo en Bristol al morir mi amada María. Me llegó al alma, en verdad todavía enferma por su pérdida, muy enferma, a pesar de toda mi resignación cristiana así como el ejemplo y consuelo angelical de mi queridísima Jane. Los heridos sentirán mucho y durante mucho tiempo la terrible angustia. Solo el tiempo y la paciencia persistente llegarán a curar la herida. El señor Howel, capitán del buque correo, cenó conmigo. Estaba en Barbados durante el huracán y me contó (cosa que apenas puedo creer por lo fantástica 1(En el Mss.: «so Munchausen-like», refiriéndose al «Munchsenismo» [del alemán Munchhausiaden]. El barón Karl Friedrich Hieronymus von Münchausen fue un oficial alemán de servicio en Rusia, pretendido autor de un libro de viajes [Rudolph Erich Raspe, 1785] lleno de ficciones extravagantes) que parece), que el viento era tan fuerte cuando subió a cubierta en la Bahía de Carlisle, que le arrancó la camisa del cuerpo, dejándole solo el cuello y los puños porque estaban abrochados. Atareado todo el día escribiendo.