Ha llegado el Mint de Liverpool, vía Saint Thomas, trayendo las columnas y las cadenas de hierro para el cementerio. Las noticias europeas: todo tranquilo en Europa. Los turcos y rusos son —igual que Inglaterra y Francia— unos amigos muy innaturales, e igualmente insinceros, creo yo. Hay actualmente tropas rusas en guarnición en Constantinopla y la flota imperial en el Bósforo para ayudar a oponerse al ataque, contra esa capital, de las tropas del bajá de Egipto. Las relaciones y actos de estos tiempos intelectuales no tienen explicación. Y para colmo, a pesar de ser cristiano un británico, la marcha del intelecto le dice que las consolidaciones políticas y los derechos mundanos sociales están por encima de los de su fe, y que los vestigios de Israel (los judíos británicos, descendientes de los asesinos de su Señor), tienen los mismos derechos que cualquier inglés, escocés o irlandés cristianos para sentarse en las cámaras de la Constitución y llenar los grandes cargos del Estado. La judía «Ley de Derechos» ha sido leída una primera vez y estudiada una segunda en la Cámara de los Comunes. ¡Qué vergüenza, qué gran vergüenza! Seguro que los santos de los principios filantrópicos darán su respaldo para liberar a un pueblo oprimido y políticamente esclavizado.