A las 5 p. m. fui al Foreign Office para entrevistarme por primera vez con lord Palmerston. Su señoría me recibió con la mayor amabilidad y nuestra conversación se redujo totalmente a preguntas que me hizo sobre Venezuela, sus productos, importaciones y exportaciones, el estado de sus finanzas, sobre su frontera hacia nuestros asentamientos de Guayana y Trinidad, y también en cuanto a la posibilidad de que duren su actual tranquilidad y prosperidad. Mucho sobre el general Páez y, finalmente, sobre la personalidad del señor Fortique, ministro venezolano que actualmente se encuentra en Londres. Todas estas preguntas las contesté hasta donde pude y lo mejor que pude, naturalmente. Entonces me dijo que en la próxima recepción real me presentaría a su majestad la reina Victoria, y después de un apretón de manos, me despedí de él. Por consejo de mi amigo lord Clarendon no hice más referencia a mis asuntos propios que la de que pensaba viajar a Rusia en junio, y que incluso estando allí su señoría siempre me hallaría dispuesto a cumplir cualquier orden que le pareciera beneficiosa para el servicio público de mi país. Fui a cenar a Boston House, donde cenaba el duque de Dorset.