Regresé a primera hora de esta mañana con el fin de prepararme para mi presentación en la Corte por lord Palmerston, a las 2 de la tarde. Me dirigí allí a la 1 y media. La ceremonia en el palacio de San Jaime es apresurada y no tiene, ni de lejos, la atención individual por parte del soberano que se estila en Rusia. La reina se veía muy interesante y, sin duda, tan linda como aparece en muchos de sus retratos. Es de veras muy bajita. El príncipe Alberto, interesante y aparentemente muy modesto. Muy concurrida la presentación. A las 6 cené con mi viejo amigo de San Petersburgo, Henry Cayley, acompañado por Jane. El señor Gibson, cónsul general de los Estados Unidos en San Petersburgo, cenó con nosotros y un par más de personas inteligentes: un señor Fulano de tal y... pues también me olvidé del nombre del otro.