Cumpleaños de su majestad. Regresé a Londres temprano para asistir a la ceremonia en palacio. Los ministros otra vez en minoría. La semana que viene decidirá lo que hay que hacer: disolución del Parlamento o renuncia. El salón estaba lleno, por lo menos 2.000 personas desfilaron ante su majestad. Gran esplendor en ropa y joyas, etc., entre las hijas nobles de estas tierras, pero de ningún modo el brillo que había esperado encontrar. Tres o cuatro morenas y otras tantas rubias, y nadie les quita su belleza, resaltaban abiertamente. Todo duró hasta cerca de las 5 de la tarde. Yo estaba cansado ya a las 7 y media y fui a parar a casa del vizconde Palmerston, que dio una cena diplomática en honor del cumpleaños de su majestad, a la que asistieron todos los miembros extranjeros del cuerpo, y no creo que más de media docena de representantes británicos de vacaciones, aparte de mí mismo. A las 11 estaba en casa: una magnífica cena en la cual los honores los hizo lord Palmerston de la manera más noble y más encantadora. Cubiertos para 40 personas. Una larga e intensa lluvia disminuyó grandemente la parte luminosa de las manifestaciones de alegría del día.