Tres grados bajo cero durante la noche, y he pescado un feo resfriado. El día hermosamente claro, pero glacial. Ocupado escribiendo más cartas a Caracas así como a mis antiguos y nuevos amigos de Inglaterra. Cené en casa de la señora Darnoff, y me encontré con dos viejecitas que conocía bien en Tsarskoeselo en 1822 y 23, una de ellas la señora Chougacheff y la otra la princesa Volkonsky, antigua dama de honor de la emperatriz Elizabeth. Ambas insisten, y lo mismo dice la elegante anfitriona donde cenamos, en que apenas parezco un año mayor que cuando estuve aquí por última vez. Si es así debo de ser una especie de fenómeno en cuanto a aspecto, después de haberme asado durante 16 años en el trópico. Encuentro la misma curiosidad entre la alta nobleza (no inferior a la de los republicanos de Norteamérica) en cuanto a mis gastos en el hotel donde me alojo y al sueldo que recibo de mi gobierno, y de hecho, cuando le dije a la señora D. que los cuatro caballos me costaban 400 rublos mensuales, me contestó que era horriblemente caro, y que ella me alquilaría 4, no tan bonitos, por 300. ¡¡¡Hago notar que esta dama tiene una entrada de 150.000 rublos anuales de sus propiedades!!! Llegué a casa como antiguamente, media hora después del café.