Viento del este: 6 grados bajo cero. El puente estaba suelto otra vez esta tarde por la gran cantidad de hielo flotante en el río. Día de San Nicolás, que es el santo del emperador, un gran día en la Corte. Fui presentado a su majestad en el círculo diplomático. Me recibió muy graciosamente y dándome un cordial apretón de manos, me aceptó como a un viejo amigo con las más halagadoras expresiones de amabilidad. Me preguntó por mi hija, con la esperanza de que me hubiera dado muchos nietos. Luego me dio las gracias con grandes sentimientos de reconnaissance por la valiosa obra del coronel Codazzi sobre la historia y geografía de Venezuela, y me hizo muchas preguntas sobre esa parte de Colombia, etc., etc. Su larga conversación conmigo y su tan amistoso apretón de manos causaron no poca sensación entre los grandes de siempre, lo cual hizo recaer sobre mí mucha atención de la que de otro modo no me hubieran considerado digno. Así son las Cortes y los cortesanos. La emperatriz, al acercarse a mí, no fue menos condescendiente. Tuve la honra de besar la mano de su majestad. Habló de mi larga ausencia, que le informé duraba desde 1824. «Sí, me acuerdo de usted desde mucho antes de ese período». Informé a su majestad que había tenido el honor de asistir a su boda. Unas cuantas palabras más, y le presentaron al siguiente, que era el coronel Hamilton, que había venido como una especie de pasajero en la fragata de vapor construida en Boston o Nueva York para el emperador. Se llama «Kamshatka». Su majestad le preguntó si había llegado recientemente y dijo que sí, en el Kamshatka, pero como solo hablaba inglés americano y se le hablaba en francés, la emperatriz lo malentendió y le preguntó cuanto había tardado en su viaje, a lo que el contestó 20 días. Entonces ella le preguntó si había venido por tierra, y él le dijo que por mar. Su yerno, un tal señor Skyler, que había supervisado la construcción del buque y lo había traído, le dijo a la emperatriz en francés que no venían de Kamshatka sino en el buque de vapor Kamshatka desde Norteamérica, a lo que ella respondió: «¡Eso es otra cosa!», y pasó a la persona siguiente, un conde alemán con el que se sintió más cómoda. Entonces nos llevaron (pues fuimos una docena los presentados) a los apartamentos de la esposa del Héritier, que es muy joven y muy linda, después de lo cual fuimos a los de su ilustre consorte y se nos sometió a la misma ceremonia. Su alteza imperial es un joven excelente de 22 años, pero parece tener tendencia a la gordura. El emperador, igual que él, llevaba el uniforme de cosaco. Encontré a S. M. I. más relleno de figura, con mucho menos pelo en la cabeza, pero la expresión de su cara tenía el mismo aspecto de bondad de hacía veinte años. Todos los retratos que he visto de él, tanto dentro como fuera del palacio, lo presentan con un aspecto feroz y tieso. Llegué a casa a las 3 después de pasar a ver a Mary. Cené en casa.