Cuatro bajo cero. Viento noroeste, pero sin nieve. A las 2 de la tarde fui al palacio para ser presentado a su alteza imperial el gran duque Miguel. Varios otros recién llegados agregados, etc., también eran aspirantes. El conde Woronzoff Dashkoff, Grand Maître des Cérémonies, me llevó solo hasta él. Su alteza imperial, al igual que su ilustre emperador, me recibió con la misma amabilidad y como un viejo amigo. Habíamos pasado tres días juntos en el Don, en Novi Tcherkask, con el gran Platoff, en 1816, cosa que él recordaba perfectamente hasta el punto de mencionar muchas personas e incidentes que nos habían divertido mucho en aquel momento, y que a mí se me habían olvidado. Habló de mi mundo, de Inglaterra y de Francia, y me preguntó qué me había parecido el reciente embellecimiento de San Petersburgo. Estuve casi una hora con él, cosa que debió de incomodar mucho a los demás caballeros que esperaban. De allí fui a ver a Mary. Cené en casa con Jane.