Recibí una carta de un tal señor Thomas Hardy, nombrado por el señor Sutherland vicecónsul (ad interim), habiéndose ido él al interior para cambiar de aire. El objeto de la epístola era pedirme que entablase en la Corte Superior de Caracas una demanda a nombre de un tal señor Serguas de Saint Thomas contra un francés de Maracaibo. En el tribunal inferior el resultado fue fallido para el señor S. Sería excepcional que el cónsul fuera el demandante por parte del señor Serguas, cargo que el gobierno británico nunca asignó a sus cónsules. Contesté al señor H. a vuelta de correo negándome absolutamente a convertirme en agente de una casa mercantil en el ejercicio de la ley [o] en un litigio, ya que ello es totalmente ajeno al deber de los cónsules de su majestad. Lo que es más singular aún, se me pidió que adelantase todos los gastos legales, que serían debidamente pagados por el señor Sutherland. Aquí hay algo sucio: la demanda es por 100 mil dólares, y el demandante está en Saint Thomas. Además me dicen que es oriundo de la costa del África tunecina, pero, tal vez, posiblemente, súbdito británico. Termómetro, 22 y 24 grados.