Llovió mucho varias veces hoy. Durante una de estas caídas de agua, un sacerdote se refugió en el zaguán y pidió una silla para esperar el fin de la tormenta. Naturalmente, no pude dejar de invitarle a pasar y ofrecerle todos los refrigerios apropiados a esta hora del día, a saber pan y queso y vino o brandy y agua, que nuestro extraño clérigo disfrutó mucho. Se puso bien cómodo, y me hizo gran cantidad de preguntas personales, pero no pude sacarle ningún comentario sobre política ni sobre nada relativo a su país. Deseándome que viviera mil años se despidió. Todavía sin detalles de la reunión de Valencia. Termómetro, el día entero, desde las 7 de la mañana, en 21 grados, más bajo de lo que lo había visto hasta ahora, e invariable. Cené en casa del señor Smith, un comerciante. Conocí varias personas. Una buena cena, pero vulgar. Mucho ruido, canciones y cigarros, ingredientes de cenas sociales demasiado refinados para mi humilde disfrute.