Nada nuevo. El joven señor Powles cenó con nosotros y nos llevó, al doctor y a mí, a ver a la señora Briceño, una dama bastante agradable con dos hijas. Su esposo está en la dirección del tesoro: no es ella ninguna belleza, habla algo de francés. Luego fui a casa de la señora Stopford a una fiesta en honor de lord Huntingdon. No ha llovido. Termómetro 22 y 25.