Cumpleaños de Bolívar, antes del cual se hicieron públicos bandos y carteles de modo que su celebración sea digna del Libertador de Colombia. A medianoche pasó por las calles un grupo de soldados tocando trompeta y tambor, gritando «Viva Bolívar, Viva la Federación, Viva Colombia y Viva Páez». A las 8 misa y tedeum en la Catedral, pero con escasa asistencia. Páez con todo su personal, el intendente y el cabildo constituían los grupos más destacados pero, por lo demás, un muy reducido número de entusiastas asistieron a la sagrada ceremonia. La guarnición desfiló y disparó salvas. La gente, igual que el 19 de abril, miraba con un silencio apático. A las 9 se celebró un baile en la casa destinada al presidente cuando venga: un triste montón de gentuza bien vestida, hermosos uniformes, negros y gente fumando cigarros. Jamás en mi vida había visto semejante desbarajuste, tanta confusión o tan desagradable multitud de notables republicanos. Con o sin sombrero, según les daba la gana, y espesos volúmenes de humo flotando por todas partes, las ventanas llenas hasta el tope de espectadores de clase alta y baja. Se nos entretuvo con una especie de imitación de bailes indios y peruanos, pero el humo no dejaba ver nada. En el curso de la velada Páez anunció la llegada de un correo de Bolívar, que lo había dejado en Lima hacía dos meses y decía que debía de estar en Bogotá para mediados de noviembre. Puede que sea verdad, pero puede que haya sido inventado para la ocasión. Después de esto se animó un poco más la fiesta. Había una gran cena, pero ya no me sentía bien y me escapé. El capitán Vernon y varias otras personas cenaron conmigo. Termómetro, 23 a las 7 y 24, a las 4. No ha llovido.