Hoy el Colegio le dio al Libertador un festín mental y más sólido. Se celebró en la capilla de la institución una especie de reunión pública, a la que asistieron todos los doctores y estudiantes en sus ropajes, junto con visitantes de varios colores, caracteres y vocaciones. Se realizó el asunto con poco orden, y cada doctor inició su exposición con un panegírico completo de Bolívar, antes de entrar en materia. El debate estaba dirigido por un tal señor Bruño —único abogado permitido, y cuyas armas mentales parecían ser las únicas solicitadas. Durante toda la ceremonia faltaron mucha habilidad e inteligencia, y pocos fueron la sofistería y argumentos que esgrimieron los personajes principales en la discusión. Cuando todos hubieron dicho lo que tenían que decir, uno de ellos, el señor Hernández Sanavria, subió al púlpito e hizo una arenga sobre Bolívar, plagada de la más descarada adulación que puedan imaginar el ingenio y el engaño. Una que otra verdad contenía, pero el brillo del oropel opacaba la poca sinceridad, de lo cual pueden presentarse considerables analogías. Bolívar contestó a esta arenga con toda la energía y modestia de un soldado, sin dejar de decirle a estos lisonjeros doctores que habían exagerado mucho sus alabanzas de él y de los actos públicos. Un pulcro refrigerio se sirvió en el gran salón del consejo del Colegio y las mesas pronto quedaron limpias, con no poca ayuda de los que, desde arriba, lanzaban gran parte de la fruta y trozos de comida a sus amigos de la calle. La costumbre de hurtar en las fiestas está por cierto tolerada, y las mujeres, cuando van a bailes o festejos, siempre llevan a su criada con un cesto, o platos, y cargan con lo que pueda darles de comer una o dos veces al día siguiente. Estas cosas se hacen con gran sens froid [sic] y, con la costumbre, se han convertido en parte de la diversión de la velada. Esta universidad la fundó un obispo llamado Antonio González #001-0194, que la dejó en bastante buen estado cuando, en 1682, abandonó esta vida. Mucho perdió tanto en rentas como en cultura por culpa de la revolución y la guerra civil, y su grand coup de devastación fue el terremoto, que no solo dejó todos los rincones de la ciudad en estado de destrucción, sino también la propia moral de la gente. Termómetro, 22 a las 7 y 23 a las 4. No ha llovido. Plegarias en casa del coronel Stopford a las 3.