Bauticé una niña llamada Mary Ann Grayson, de padre y madre dudosos. La viuda de mi difunto carpintero Easter fue la madrina, y creo que él debe de haber sido el padre, pero no ella la madre. ¡Hablando de virtud y moral...! Su excelencia el Libertador me envió una de las medallas que el Perú había acuñado en su honor. Iba acompañada de una elegante carta así como otra impresa del organismo de esa nueva república autorizado para distribuir estas señales de la grandeza del héroe y de su gratitud. Reza así:
D. Andres [sic] Santa Cruz, Gran Mariscal Presidente del Consejo de Gobierno de la República del Perú, etc., etc. El Consejo de Gobierno, deseoso de cumplir la soberana decisión del Congreso de Febrero 21 de 1825, grabó la medalla en referencia con el busto del hombre clásico del Nuevo Mundo, la del renombrado padre de nuestro país Simón Bolívar. Esta joya, invaluable a los ojos de la libertad y la justicia, mientras demuestra la gratitud peruana debe ser vista como la marca de distinción más honrosa de los ilustres hombres que, uniendo sus esfuerzos a los del primer campeón de la independencia, contribuyeron con su patriotismo y valentía a romper nuestras cadenas y establecer el dominio de la Voluntad general. En consecuencia, cumpliendo con el espíritu del artículo 9 del decreto, he ordenado que una de ellas sea otorgada a Sir Robert Ker Porter, de modo que, lleno de noble orgullo por la parte que le correspondió en tan heroica empresa, pueda transmitirla a sus descendientes como testimonio de retribución a sus virtudes y reconocimiento al héroe en cuyo honor fue instituida. Dado en el Palacio de Gobierno de Lima, a 1° de Septiembre de 1826.— 7°y 5° (firmado) H. Andres Santa Cruz, J. M. Pando.
Esta mañana temprano fui a cabalgar hacia Petare. Por la noche, a casa del coronel Stopford, donde estaban reunidos todos los notables de entre sus amigos, ansiosos de conocer a las señoras de Saint Thomas. No ha llovido. Termómetro, 21 a las 7 y 24 a las 4.