Me levanté poco después de la 5 esta mañana y me fui a cabalgar larga, fresca y deliciosamente por la montaña que bordea el río Guaire, dentro de lo que se llama El Valle, un vallecito que se abre sobre el de Petare, bien cultivado y risueño con toda la exuberancia del nuevo mundo. Vino a verme el señor Mc Martin, comerciante de La Guaira, quien se ha metido en un lío con la aduana por haber recibido un bulto, o varios, de tela larga de la India: 30 piezas, según lo estipulado en la factura, pero que se habían cortado por la mitad, método común en Inglaterra por medio del cual se toma la muestra de un artículo, y que equivale a la misma cantidad en medida. Los funcionarios de la aduana al encontrar 60 piezas en lugar de 30 como se declara tanto en la factura como en la declaración, se lo confiscaron todo, acusándole de intento de fraude. No creo que el señor Mc Martin o sus corresponsales londinenses hayan intentado engañar a la Aduana de La Guaira deliberadamente, pero hay formas y medios mediante los cuales han pasado mercancías como las de este caso, y es posible que el industrioso y prudente británico del Norte hubiera vendido sus telas largas sacándole provecho a 30 piezas, independientemente del hecho de que los paquetes se habían declarado como manufacturados en los dominios de su majestad, sin decir una palabra de Asia, cuyo arancel es un diez por ciento mayor. Su pérdida ascenderá a unos 14.000 dólares, pero el hombre es un bruto vulgar, y estuvo extremadamente petulante y grosero con los interventores, que se han puesto más severos que de costumbre. No llueve. Termómetro, 20 a las 7 y 23 a las 4. Velada en casa del señor Rojas.