Pedí prestado el proyecto de Constitución por unas horas. No puedo juzgar sus vicios o virtudes; no obstante, la substancia de unos y otras irán a Inglaterra, a lord Aberdeen. Ojalá ya estuviera publicada oficialmente, y que la población del país empezara a sentirse firmemente protegida como ciudadanos, y que el gobierno emanase de la sede nativa del gobierno (Caracas). Los retrasos en este país engendran intrigas y envidias, y nunca dejan de terminar en el fracaso de muchos objetivos útiles, propuestos por los bien intencionados, para la prosperidad del país. Lo que más hay que desear es la promulgación de la Constitución sin pérdida de tiempo, ya que la reciente indulgencia para los insurgentes de Río Chico y Orituco está lejos de haber apagado la llama del espíritu partidista, pues sé de buena fuente que los agentes de Bolívar están trabajando bajo cuerda para crear una reacción a favor de él en muchos otros puntos de las provincias venezolanas, y esperando que surja éxito de ella el Libertador permanece en Cartagena, no por su propia voluntad, porque creo firmemente que se ha lavado las manos de su malagradecido país hasta que con el tiempo y mejor juicio surja un sentimiento de justicia hacia él. Pero de veras creo que Montilla y otros de su calaña e ideas egoístas le mantienen donde está para servir sus propios propósitos ambiciosos.
Hoy cenó conmigo el joven Miranda * 1(Leandro Miranda, el hijo mayor del generalísimo Francisco de Miranda) Es edecán del general Silva, acérrimo defensor del Libertador, y uno de los que, bajo la capa del retiro doméstico, trabaja con algunos parientes del grande hombre y los perdonados de Río Chico para hacer estallar las brasas aún ardientes de la conmoción. Así andan el honor, los juramentos y las palabras, pero de los dos primeros nunca se respeta ni la sombra, y en cuanto a las últimas, se derraman sagradísimas aserciones de patriotismo y fidelidad con la misma falta de sinceridad. El joven oficial que cenó conmigo hoy es hijo del general Miranda, quien murió en las mazmorras de Cádiz con los primeros destellos de la revolución en estos países. Fui a visitar a la señora Mariño.