Salimos de Caracas a las 5 a. m., con una hermosa mañana, y llegamos al puerto tranquilamente a las 9. Encontré al capitán Clemens en tierra, en la firma de Powles. Cuando puse en sus manos mi respuesta a su despacho, escrita anoche, dijo que el gobierno británico no le había autorizado (según se había dicho) a ir expresamente a Cartagena a buscar al Libertador, sino que su llegada a ese lugar en aquel momento fue puramente accidental. Entonces el coronel Wilson le preguntó si podía llevar a su excelencia, a lo cual respondió que con mucho gusto, pero que tenía que embarcarse sin perder tiempo pues la fragata tenía órdenes de estar en Jamaica en una fecha determinada. Bolívar contestó que aún no había recibido sus pasaportes de salida de Bogotá, pero que los esperaba en cualquier momento (un simple ardid). Pero expiró el plazo de permanencia del Shannon y, como [los pasaportes] no llegaron, tuvo que zarpar sin él. El general Bolívar estaba totalmente convencido de que reinaban el tumulto y la facción en Venezuela, que se perseguía por todas partes a los extranjeros, que había desaparecido la popularidad de Páez y que él, el Libertador, estaba en el corazón de todos; todo lo cual era totalmente incierto, siendo cierto todo lo contrario. Le di al capitán Clemens un archivo de nuestros periódicos nacionales, decretos, etc., para que se los mostrase al coronel Wilson y a otros, que deben de estar totalmente ciegos además de obtusamente parcializados, para no ver el estado real de nuestra situación. Fui a bordo de la fragata con el capitán C. y el coronel Stopford. Está sucia, y no es lo que yo esperaba. Al regresar fuimos a visitar al gobernador, general Carabaño. A las 4 la fragata se hizo a la vela rumbo a Puerto Cabello, desde donde proseguirá a Curaçao y Cartagena.