El coronel Stopford me dice que en una carta que acaba de recibir de Valencia, se afirma que las tropas insurgentes (pues así debe llamárseles al declararse como nosotros contra el gobierno establecido [de Colombia]), han entrado a Bogotá; y que los ministros y demás autoridades se han ido a Cúcuta, con la esperanza de que Venezuela (como insurgente que es) los respaldará. Y la misma carta dice que la rebelión está en vísperas de estallar en Maracaibo y, es más, que Bolívar ha desembarcado en Río de Hache [Río Hacha] con 2.000 hombres y que el general Montilla estaba en route a Cundinamarca con otros dos mil. Desde que el Libertador tomó su determinación estamos sin duda en el filo de la horrible conmoción, pues ahora va a poner en movimiento a todos sus amigos y partidarios para recuperar el poder perdido. Nuestras perspectivas no son brillantes sino sangrientas, y puede ser que su sol se ponga igualmente rojo por la mano de algún vil asesino. Los liberales de Bogotá son un grupo demasiado temerario y decidido como para no buscar venganza. Sucre cayó, y su renombre e impopularidad eran mucho menores que los del Libertador, de modo que la vida de este no vale mucho. Stopford cenó conmigo. Mucha lluvia y cielo encapotado: así mismo está la política.