Ocupado en escribir hasta tarde. Cerré mis paquetes a las 8, a pesar de un intensísimo dolor de cabeza. Cada uno de los soldados que tenemos aquí ha recibido órdenes de trasladarse a las fronteras, y si de veras Bolívar llegase a Bogotá con fuerza o con el favor público, Venezuela cederá: hay algo de cariño aquí entre nosotros. En verdad, no parece haber agallas, ni principios en los grandes motores e instigadores de la reciente revolución. El doctor Peña es el único entre ellos que posee una cabeza enérgica y profunda. Sin embargo, espero que, en última instancia, Venezuela no «sucumba». Stopford, como de costumbre, cenó conmigo: está esperando a diario que regrese su atolondrada esposa. Debía salir de Bristol el 5 de noviembre. Llueve, y llueve, y llueve.