Ocupado como ayer. Nada nuevo. Por la noche fui a un concierto en casa del general Páez: muy ruidoso y poco agradable por culpa del humo y la molestia de los cigarros, y allí se veía bien la igualdad, así como la libertad de esa igualdad, sin distinción de rango ni color. Para mí fue de lo más irritantemente repugnante. Ojalá algunos de nuestros nobles liberales, así como campeones filantrópicos de la igualdad de los negros, pudieran pasar unos cuantos meses en este país libre e independiente. Creo que pronto se asquearían de la igualdad a causa de los derechos políticos y también de aquello sobre lo que nuestros filántropos han comprometido el éxito de su falso humanitarismo: una especie de simpatía empírica con la cual la gente del señor Wilberforce y del señor Buxton 1(William Wilberforce [1759-1833] y sir Thomas Fowell Buxton [1786-1845], ambos hombres de Estado y filántropos británicos) han inoculado no solo a Europa sino también a la parte quijotesca de este mundo.