Se han recibido noticias de Cisneros, y los informes son varios, como siempre. Hay quien dice que no reconoce a ningún jefe sino al rey de España, y que no quiere saber nada de los ofrecimientos de Páez. Pero creo que la copia siguiente de una carta de su excelencia, disipa todas estas mentiras. No pude obtener copia de aquella a la que responde.
Caracas, 24 de septiembre de 1831.
Mi querido compadre y amigo: He recibido su carta del 18, y por ella me entero con gran satisfacción del final feliz de la operación a la que se sometió usted, para que le sacaran una bala del hombro, y mediante la cual ha recuperado perfectamente la salud. En cuanto a su deseo expreso de que se le deje en paz y tranquilidad trabajando en ese retiro por su sustento y el de sus compañeros, bajo la palabra de honor que usted me da de no ofender las poblaciones y vecinos que dependen de mi Gobierno, le puedo asegurar que no habrá dificultad en obtenerlo. Sería más agradable para mí, por supuesto, que se uniera usted a mí y viniera a mezclarse con todos los habitantes y disfrutar una vida más agradable; pero como usted dice que está lleno de sospechas debido a lo que le sucedió en otras ocasiones, estoy de acuerdo en que se quede usted tranquilo en su retiro con quienes quieran acompañarle, a pesar de que no debe usted desconfiar de mí, porque nunca fui parte de los traicioneros ofrecimientos que se le hicieron anteriormente y además, tengo obligaciones hacia usted y usted hacia mí, en vista del parentesco espiritual que hemos adquirido desde el día en que tuve a su hijo en mis brazos para que recibiera las aguas del bautismo, y estando usted dispuesto según me ha dicho a tener un intercambio verbal conmigo sin manchas ni trampas, he decidido ir a los Valles del Tuy con el único objeto de hablar con usted para darle mi palabra y recibir la suya como compadres que somos, de que por mi parte no será usted perseguido ni se le hará la guerra en sus cultivos, ni lo hará usted por su parte por lo que se refiere a las poblaciones y los cultivos de los habitantes de Venezuela, y ofrecerle además la ayuda que usted necesita ahora, y que pueda usted necesitar en el futuro.
El viernes 30 de este mes sin falta estaré en Ocumare, y quisiera encontrar entonces una respuesta suya que me indique el lugar donde podríamos vernos, lo más cerca posible de la población de Ocumare, sin ningún temor por su parte porque las tropas tienen órdenes de no impedir su tránsito ni molestarle en modo alguno.
Por lo que se refiere al contenido de su carta, deduzco que usted consiente que su hijo se quede conmigo, cosa que me alegra, porque así puedo cumplir la obligación de enseñarle cristianismo y darle una buena educación, de modo que cuando usted lo vea se alegre de haberle dado vida a un hombre útil.
Su comadre Bárbara, Madrina de Dionicio, me encarga de enviarle sus recuerdos y espero dárselos al mismo tiempo el día que tenga el placer de darle este abrazo, como su amigo y compadre que soy (firmado) José A. Páez.
Sin duda la presencia del presidente de la república y compadre de Cisneros tendrá alguna influencia en domeñar al bandido al fin. Creo plenamente que Páez es muy sincero, y si el tacto de Páez hace que este Rob Roy abandone su vida de bandolero estoy seguro de que su compadrazgo le mantendrá tranquilo y leal mientras el general esté en vida. El señor Mocatta, el señor Adams y el señor Boulton cenaron conmigo. Llovió excesivamente durante la noche.