Otro día, y el buque no llega. Pienso que el retraso se debe simplemente a la política. Me dicen que en algunos de los periódicos que trajo el bergantín, con fecha 28 de mayo, se dice que como resultado del pequeño, o, mejor dicho, del gran cambio en el gabinete de tan corta vida, los radicales mostraron el veneno británico a nuestro bien popular Soberano, no solo cuando iba camino de Londres, sino también en más de una o dos ocasiones, en reuniones públicas compuestas por estos bellacos liberales de ideas radicales. En los insultos de la carretera, tanto el rey como su inestimable reina recibieron una lluvia de porquería a pesar de la Guardia, y los insultos de los reunidos fueron acompañados de amenazas: «que las cabezas reales podrían, si no se someten más a la voluntad del pueblo, recibir la misma retribución que le cupo a Carlos primero y María Antonieta». Espero que esta amenaza brutal sea el clímax, porque jamás se había visto cosa semejante en una reunión política desde los días de la antigua revolución. Ningún hombre honesto puede decir con Hamlet: «el rey tiene la culpa». No, no, filantropía mal encaminada: y el ministerio liberal (espero que con celo bien intencionado para el bien general) ha puesto a tambalearse la gloriosa Corona de Inglaterra, y sabe Dios dónde pueda terminar este sistema liberal (de falso gobierno). Actualmente, la piedra angular (gracias a Dios, no los cimientos) del edificio constitucional está suelta: la furia radical puede arrancarla y entonces, si los ministros no se las arreglan para que le caiga en la cabeza a estos destructores, puede que sus amigos populares les saquen los sesos a ellos. ¡Sí! y con ellos destruyan los cimientos de la ciudadela privilegiada de Gran Bretaña. Con qué impaciencia me hacen esperar estas noticias la llegada del buque correo.