Tenía la intención de salir de Caracas (para pasar como de costumbre las Navidades en La Guaira) en el curso de esta mañana, pero voy a esperar a saber qué opinan los médicos en cuanto a la salud del pobre caballero. Dicen que su única salvación en esta tierra sería la salivación, y se me notificará si se requieren mis servicios, cosa que espero no ocurra. De modo que me puse en marcha a las 10 en lugar de las 5 a. m., acompañado por los señores Rugan y Egan. Casi me parten la cabeza las patas anteriores de mi caballo, que se asustó, se encabritó y se desbocó al pasar al lado de una mula muerta que estaba tirada (como de costumbre) en medio de la carretera. Llegamos a La Guaira a las 2, después de un viaje bastante fresco. A la sombra el termómetro marcaba 27 grados. Me alojé, como siempre, en casa de mis gentiles amigos, los señores Lord & Co.