Hoy tenía que haber comido con el señor Gramlich, comerciante y cónsul de Hamburgo, pero me hizo salir a la carrera una repentina llamada de Caracas informando que el señor Thorburne quizá no pasara el día. De modo que a las 8 de la mañana estaba en camino, y después de un viaje muy caluroso y fatigoso llegué a Caracas hacia las 12 y media. Encontré al enfermo más o menos en las mismas condiciones, pero sin la más mínima esperanza de salvación. Cené en casa del Sr. Mocatta, quien, por cierto, y lo digo con todo el corazón, es un digno miembro de la Casa de Israel: ¡ejemplo para los mejores cristianos!