Se me ocurre que el cuento de los negros va a resultar el cuento de «La montaña y el ratón». Sin embargo, siguen los desfiles nocturnos tanto à cheval como à pied. Los Aldersons vinieron a cenar en casa de Mocatta y a ver el cementerio. A las 3 acompañé a todo el grupo, que quedó encantado y sorprendido por su sencillez y extensión. La cena fue agradable. Recibí un paquete de documentos de Trinidad así como cartas del coronel Stopford. Los cumaneses, sin duda alguna, son los más bárbaros e inquietos bandidos dentro de los trópicos. No satisfechos con haber asesinado a su gobernador general Bermúdez sin ninguna provocación y estando desarmado, ya planeaban una suerte similar para su sucesor y aun de forma más atroz, a saber, enterrándole vivo junto con su caballo. Cavaron una amplia fosa de 12 o 13 pies [unos 4 metros] de profundidad en todo el medio de la carretera por donde suele cabalgar antes del amanecer, y la cubrieron muy ingeniosamente para engañar tanto al hombre como a la bestia. Varios rufianes esperaban para despacharlo si caía en la fosa, y luego taparla. Pero afortunadamente no pudo salir a pasear el día de los preparativos y la fosa fue descubierta accidentalmente por un negro que pasaba y oyó al grupo de asesinos quejándose amargamente de que se les hubiera escapado la presa. No sé nada del resultado o de los detalles, pero estoy convencido de que aquí terminarán las investigaciones o el castigo futuro, porque los asesinos de Bermúdez han sido tratados con una lenidad vergonzosa. Uno puesto en libertad, el otro exiliado en no sé dónde por tres años, probablemente en su propia finca, y así termina la tragedia de lo que fue a todas luces un sucio y claro asesinato. En cualquier otro país de Europa los hubieran colgado.