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Capítulo IX Cónsul tres años más
1832 diciembre 01 - 1835 septiembre 30
Cónsul tres años más
1832 diciembre 01 - 1835 septiembre 30
Subcapítulos

El mensajero de los jefes aquí (coronel Rodríguez) volvió anoche, y esta mañana, después de publicar por bando el pronunciamiento de Puerto Cabello a su favor (que me parece muy, pero muy dudoso) se encerraron en consejo. El general Páez ha escrito a Mariño algún tipo de carta sobre el asunto, pero los que la han visto dicen que, por lo que se refiere a ellos, o la decisión o aprobación de él, no tiene ningún valor. No obstante, la comunicación más importante es una alocución de Páez al pueblo de Venezuela, que ha llegado aquí en secreto, por ahora, pero viene del general Macero, de los Valles del Tuy, y fue enviada allí por Páez. S.E. ha recibido la autorización constitucional de hacerse cargo del mando principal, y está obrando consiguientemente. Ya tiene más de 500 hombres bajo las armas, que debían marchar el 16, y el Tuy está lleno de tropas cuyos jefes están tomando todas las medidas para ponerle coto a la revolución, por medio de movimientos unidos. Cisneros (el héroe bandido) tiene 200 hombres a la entrada de los valles desde aquí; y Macero pronto hará su parte en la carretera oriental. Sin duda el cuerpo de llaneros bajará por la carretera nueva y por la de Valencia. A continuación copia de la alocución de Páez 1(La transcripción en castellano contenida en el Diario contiene muchos errores. Walter Dupouy consideró mejor traducirla del documento publicado en la Autobiografía de Páez. La presente es, a su vez, una traducción al español, de la traducción de Dupouy; en cuanto a las ideas expresadas, ambas traducciones se corresponden con el texto original en castellano):

Venezolanos: el día 20 de enero de este año devolví a la nación el poder que me confió el año 1831. Al cumplir yo un precepto constitucional y con los deseos de mi corazón, quedé contento porque os empeñasteis en persuadirme de que mi administración había procurado la dicha y conservación de la República, y la prosperidad de sus habitantes.

Libre ya de los cuidados de la responsabilidad que afecta la primera magistratura del Estado, me retiré al campo buscando un desahogo de mis pesadas fatigas; cuando estaba más tranquilo recibí la infausta nueva del pronunciamiento que hicieron en Caracas el día 8 de este mes algunos jefes y oficiales, y de la destitución de los altos funcionarios. Al mismo tiempo llegó a mis manos la autorización de S. E. el Presidente de la República, con acuerdo del Consejo de Gobierno, para levantar un ejército de diez mil hombres y nombramiento de jefe de operaciones, para ponerme a su cabeza y restablecer el orden constitucional. Muchos pueblos me han dispensado el honor de conferirme la misma empresa que el Gobierno, y un respetable número de mis antiguos compañeros han volado hacia mí y me han hecho ofrecimientos, que recomiendan a nuestros bravos a la gratitud nacional.

En tan crítica situación yo no he vacilado, venezolanos, acerca del partido que debo tomar. Como Jefe del Estado mandé cumplir y ejecutar la Constitución del año de 30; de cumplirla y ejecutarla renové corno presidente constitucional ese juramento en 1831. Mi deber es, pues, sostener este código, y para ello no excusaré sacrificios y comprometeré mi existencia misma.

Si se desea la reforma de la Constitución, ella establece los medios de obtenerla. No es posible tolerar que el grito de doscientos hombres armados, arranque lo que debe solicitarse y conseguirse por las vías pacíficas y propias de un pueblo civilizado que se ha dado una Constitución y tiene leyes. ¡Desgraciada Venezuela si se reconociese el fatal principio que envuelve el pronunciamiento del día 8!

He descolgado mi espada con la esperanza de no emplearla contra mis compatriotas. Los que se han comprometido serán dóciles a la voz de la razón, y no llenarán de aflicción a una patria que nos pide con insistencia orden, quietud y paz.

Cuento pues, con los recursos necesarios para sostener el ejército con el valor de ilustres guerreros y con el patriotismo de los pueblos. ¡Quiera el Cielo no verme comprometido a desenvainar mi espada! Si fuera preciso llenaré mi deber, y serán responsables de la sangre que se derrame, los que sordos al grito de la patria, se han empeñado en llevar adelante proyectos irrealizables.

¡Venezolanos! Estoy en medio de vosotros para defender vuestros derechos y para sacar la República del naufragio que la amenaza.

Cuartel General en San Pablo, a 15 de junio de 1835, 6 y 25. (firmado) José Antonio Páez.

El coronel Stopford, cum multus alias, se escabulló hacia los valles del Tuy en el día de hoy, según se dice.

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