A las ocho de esta mañana fui a ver al general Páez para celebrar una conversación confidencial sobre el asunto pendiente entre el ejecutivo y los tenedores de bonos. Le encontré con [José] Santiago Rodríguez, quien se fue unos minutos después de mi llegada. Le dije a S. E. que había venido tanto en el desempeño de mi cargo público, como en nombre de la sincera amistad que le profesaba, para hablarle del asunto tal y como se presenta actualmente por culpa de la conducta del doctor Fortique, enviado suyo a Gran Bretaña. En primer lugar le pregunté si había leído el Suplemento de El Liberal de ayer (domingo), pues en él se hacía una clara exposición de los particulares, y se publicaban también copias de varias cartas oficiales directamente relacionadas con el asunto pendiente, v.g. que no podía ponerse en duda que el gobierno venezolano había aceptado las propuestas que le habían hecho los tenedores de bonos, tal y como se había convenido en la asamblea general del 11 de marzo, asentimiento este que se había transmitido por correo el 3 de mayo al enviado [venezolano] de Londres por medio del ministro de Relaciones Exteriores de la república (del que acusaba recibo el doctor Fortique en su carta al presidente del comité, fechada el 16 de julio p. pasado). Que me había asegurado entonces el mismo ministro, que no se había girado con este asentimiento a los tenedores de bonos ninguna instrucción separada que no fuera la de que el doctor Fortique debería esforzarse por obtener de ese organismo las mismas condiciones que este le había propuesto a Nueva Granada, en relación con el plazo para el comienzo del [pago] de los intereses sobre los intereses y su porcentaje hasta haber cancelado la suma total. Le dije, por lo tanto, que el doctor Fortique, por culpa de alguna fatalidad o malos consejos se había desviado de sus instrucciones, y aun, al hacerlo, obtenía mayores ventajas que las de la oferta a Nueva Granada sobre este particular. Pero, no satisfecho con esto, y esperando obtener mayores ventajas, lo había perdido todo. La asamblea general, como V. E. verá, se celebró el 29 de julio, y las concesiones se retiraron determinando que no se retrocediera ni un paso sobre las propuestas del 11 de marzo, y, al mismo tiempo, negándose a seguir tratando con el señor Fortique, y no seguir haciéndolo sino a través del encargado de negocios de su majestad en Caracas, por medio de sus agentes, señores Powles, Lord, Weymar etc., etc. Así están las cosas, y como se empeñó la palabra del ejecutivo (y por ende la de la nación) aceptando las propuestas, y se instruyó al ministro venezolano en Londres para que concluyera en cumplimiento de la misma, un acuerdo definitivo, «que, sin duda, sería satisfactorio», poco es el tiempo necesario para ajustar el asunto —meramente las instrucciones de usted de que se reconozca que la república, pese a los actos de su enviado, mantiene el compromiso y reconoce haber aceptado las propuestas [del 11 de marzo] y ordena que sobre estas y sin desviarse de ellas se hagan los futuros arreglos con los tenedores de bonos. Esta respuesta será enviada, por mediación mía, a los agentes autorizados de aquí, para información y satisfacción de aquel organismo. El general Páez me dijo que aunque había leído los detalles en El Liberal , y me acababa de escuchar como amigo suyo; y que siendo el tema de naturaleza tan importante, hasta que se le hubiera presentado ante sus ministros, y como resultado de la comunicación oficial en presencia de ellos, no podía emitir ninguna opinión decisiva sobre ningún punto —pero que tuviera yo la seguridad de que no permitiría que ni el honor ni el crédito públicos se vieran manchados en este asunto— y yo le dije que no dudaba que se resolvería satisfactoriamente, estando como lo estaba bien convencido de su personal rectitud y justicia, si dependiera solo de él, pero que lo que sus ministros habían perdido por su espíritu de avidez tentaba a mucha gente de aquí a aconsejar un nuevo intento de negociación con la esperanza de que todavía se pudiera conseguir algo, pero que sería absolutamente inútil y solo aumentaría el sentimiento que estaba volviendo a surgir entre el público británico con respecto a estos países, y por ende contra Venezuela, de modo que le supliqué que pusiera punto final al asunto antes de transcurrir una semana desde la fecha de hoy, pues para entonces ya habría llegado y zarpado el buque correo. Me prometió hacer todo lo que estuviera en sus manos y que esta mañana tenía que ir a la casa de Gobierno a leer los diversos documentos, etc., transmitidos por el Dr. Fortique, después de lo cual se procedería a obrar sobre el asunto. Así terminó nuestra conversación, que se realizó antes de las 8 a. m. Anexo copia de El Liberal de ayer, día 13. Este asunto tiene a la ciudad en ascuas, y parece que, en líneas generales, se condena al señor Fortique por su forma de obrar. Anoche vino a verme el coronel Smith y solo pude sacarle que, a su modo de ver, el asunto de los tenedores de bonos británicos se resolvería pronto y satisfactoriamente, pero que no se trataba solo de un sí o un no para resolver el asunto, pues el reciente acontecimiento había exigido otros enfoques del arreglo.