Traspasé el contrato de mi casa de Caracas al cónsul general holandés señor Hartsbergen [sic], a quien se lo entregó el señor Weymar. Los siguientes recortes de los periódicos caraqueños, tienen como tema mi partida, o casi, de esa capital:
[Primer recorte]
La partida de este señor es motivo de pena general para los venezolanos: un sentimiento que, sin vacilación, aseguramos que es uniforme entre todos los que le han conocido. Benevolencia hacia todos los venezolanos sin excepción; sincera amistad con quienes han tenido con él una más estrecha relación; verdadera caridad hacia mucha gente pobre, que, a pesar del esmerado silencio y secreto con que aliviaba su desgracia, no fue desconocida para muchos; en cuanto a su carácter personal, una seguridad para el mejor entendimiento entre nuestro Gobierno y la ilustre y poderosa nación que ha representado; una obra pública, el cementerio para extranjeros, que tanto embellece a nuestra capital; tales son los títulos de nuestro afecto y gratitud hacia este personaje, hechos totalmente de nobles y amables afectos. Al dejarnos, se lleva, junto a nuestra gratitud y estima, nuestros sinceros deseos para su conservación, su felicidad y su honor.
[Segundo recorte]
Se nos ha informado que dentro de pocos días el Encargado de Negocios de S.M.B., Sir Robert Ker Porter, marchará de esta capital, con intención de embarcarse para Inglaterra. Un profundo y doloroso sentimiento nos embarga al despedirnos de este respetable caballero, cuya conducta, tanto oficial como privada, le ganó en Venezuela el respeto del Gobierno y el afecto público. En verdad, Sir Robert siempre ha demostrado ser un capaz agente de su ilustre Gobierno, su conducta hacia los venezolanos siempre ha sido amistosa, siempre merecedora de su alto cargo. Por encima de todo se ha ganado el más alto respeto por el delicado encargo que se le encomendó de respaldar los intereses de los Tenedores de Bonos Colombianos, de modo tal que a su circunspección y tacto se debe ampliamente la solución definitiva de este interesante asunto. En cuanto a su conducta privada, basta decir que los necesitados jamás se alejaron de su puerta sin haber recibido ayuda y que muchas familias deplorarán la ausencia de su generoso protector. Reciba, pues, el respetable Sir Robert Ker Porter, el homenaje debido a todos los hombres dotados de sus virtudes; y que el cielo lo lleve de regreso a su país y su familia, sin que ningún peligro mengüe la felicidad que se merece. Y cuando en su suelo natal se hable del país donde ha vivido tanto tiempo, que sea el amigo que Venezuela recordará con emociones de indecible placer 1(Versión en español de la traducción al inglés de la obra original, realizada por sir Robert Ker Porter. No se indican el nombre ni la fecha de las publicaciones correspondientes)
¡Son halagüeños y espero que no totalmente falsos! Pasé unas cuantas horas en Maiquetía con mi hermosa amiga. Regresé a cenar con el señor Weymar. Por la noche fuimos a casa del señor Lord, donde encontramos al cónsul holandés y su señora, una bogotana, fea y de aspecto muy ordinario. El esposo lleva pintado en la cara un carácter astuto, pero es de facciones muy judías. Es delgado y tiene unos 35 años. Nada nuevo de Caracas.