Atareado toda la mañana preparándome para partir mañana a las 5 de la tarde para Puerto Cabello. Voy en la goleta Esperanza, que pertenece al señor Syers. A las 11 cabalgué hasta Maiquetía y me despedí de mis amigas que residen allí, con excepción de la queridísima señora H. en cuya casa me quedé a comer. Su esposo había invitado al señor Wallis y el señor Elli, dos jóvenes muy caballerosos que trabajan en la firma de Powles, etc. También se encontraba allí una persona muy vulgar de nombre Mathews, que es el capitán u oficial de trabajo de las minas de Aroa. Esta, mi última cena con mi adorada amiga, fue verdaderamente terrible y molesta para mí igual que para ella, porque ninguno de los del grupo era aceptable para nosotros dos en un día como este.