Vientos ligeros que a las 2 p. m. cayeron a calma chicha. Varios vapores bajaron buscando barcos para conducirlos a Liverpool, y así lo hicimos: uno de estos «remolcadores», según se les llama, nos llevó al final de nuestro viaje por el precio de 12 guineas, y después de haberse amarrado bien firmemente a nuestro costado, salimos disparados a 6 leguas por hora, cuando solo nos quedaban 18 millas por recorrer. A las 4 p. m. iniciamos esta especie de marcha marítima, y con todo y lo espeso de la niebla, nuestro buque anclaba en el Prince’s Dock a las 6 y media. No perdí tiempo en desembarcar, y tomando un coche de alquiler me dirigí a la hospitalaria casa de mis amigos los Mocatta. La señora no se sentía bien y estaba en cama. El señor Mocatta me informa que mi amada hermana no vendrá a recibirme, para no fatigarse más de la cuenta, de modo que el próximo sábado espero haber terminado todos los trámites de la aduana aquí, y dirigirme a Londres en ferrocarril. Mi querida Jane está de visita en casa de una de sus amigas, la Sra. Leaf, del Priory, Acton, a donde viajaré inmediatamente desde Londres.