A las 7 de la mañana todos los pasajeros, junto con su equipaje y muebles fueron transferidos a un vapor pequeño, bien protegido por funcionarios de la aduana, que debía llevarnos hasta San Petersburgo, lugar al que llegamos a las 10 de la mañana. Una hora más tarde me encontré en brazos de mi preciosa e interesante hija, que era todo lo que jamás pude haber deseado, salvo en cuanto a salud, pues está muy, muy delicada, y tiene aspecto de estarlo extremadamente. Su marido, que iba de uniforme, parece un hombre verdaderamente afectuoso y bueno. Nos alojamos en el hotel de una viuda de nombre Wilson, que parecía bien confortable. Fui al Ministerio del Exterior para hablar con el señor Koudiefsky, secretario principal del [ministro de Relaciones Exteriores] conde Nesselrode 1(Karl Robert, conde de Nesselrode [1780-1862], diplomático ruso) Mis hijos cenaron con nosotros.