Fue esta, en verdad, una mañana angustiosa, pues presenció la separación de personas cuyas vidas y felicidad están muy entrelazadas, y solo nos queda esperar que el cielo y su gracia no nos quiten a ninguno de nosotros las bendiciones que hasta ahora nos han concedido. El momento de la despedida fue profundamente doloroso. Mi amada madre se vio muy afectada, igual que mis hermanas; la querida anciana me dio una rosa que me prendí en el pecho. Ahora está entre papeles y la preservaré, y la miraré con frecuencia, y la volveré a mirar con muy dolorosos, sí, pero al mismo tiempo agradables sensaciones y recuerdos. ¡Que Dios le conserve la vida a mi venerable progenitora! Que pueda vivir para volver a vernos a los dos en Inglaterra; pues si sigo con vida, la llevaré puesta, aunque seca esté, cuando de nuevo la estreche sobre mi corazón. A las diez se cerró la puerta del carruaje tras del doctor Coxe y de mí, y nos alejamos de todo lo que amo y venero en Inglaterra. Me llevó velozmente a embarcarme hacia un país muy alejado de aquel que cobija a mis amadas esposa e hija 1(La esposa e hija de sir Robert vivían en San Petersburgo, Rusia: eran la princesa María (Marie en el texto) de Scherbatoff y María, o Mashinka) Es extraño este destino mío, pues aunque llevo las semillas de tanta paz doméstica dentro de mí, el correr de mi suerte siempre parece aplastarlas cuando abren, cuando ya casi estoy a punto de disfrutar de un hogar. Por el resto de nuestro silencioso viaje a Portsmouth el tiempo siguió igual, impropio para alegrar a ninguno de los dos, pues ambos dejábamos atrás a nuestras madres. Entramos en Portsmouth a las 6. El viento soplaba extremadamente fuerte, como desde varios días atrás. Mi equipaje ya había llegado a la ciudad, sin novedad y a tiempo, y si el viento moderara deberíamos embarcarnos mañana. El capitán Gambier me visitó (en The Fountain) y me entregó una carta de sir G. Rose sobre su hijo; y otra del señor H. Rolleston, mi agente en el Foreign Office. Por medio de ella me enteré de que el señor L. y el señor Planta, tras la debida consideración, solo permitirían, o podrían permitir, que se empezara a pagar mi sueldo a partir del 10 de este mes, en vez del 5 de julio como se me había hecho creer (y como en justicia debió de haber sido). La carta en que se me designaba para este cargo estaba fechada en junio y hace ya seis semanas que se emitió la orden de pago de £500 para mi equipo y, aun así, mi nombramiento no tuvo efecto hasta el 10 del corriente. ¿Que faire? 1.250 libras esterlinas ha de ser la suma anual, además de los gastos de oficina en el extranjero, lo cual, posiblemente, lleve la cantidad total hasta 1.500 libras. El señor Lindegren vino a verme en el curso de la tarde con varias cartas de los señores Powles & Co. 2(La firma Powles & Co. tenía oficinas en Londres y La Guaira, donde después se llamó Powles, Ward, Hurry & Co, y en 1834 Powles, Lord, Weymar & Co. Era agente de la British Colombian Bondholders Association) Se encarga del embarque de mi equipaje, pues es agente general en este sitio. El señor Morier 3(James Justinian Morier, diplomático británico y escritor. Fue también diplomático en México. Autor de la obra Hajji Baba of Hispaham y Zorab the Hostage) quien nos acompaña en el Pyramus, no llegó esta tarde. El señor Rolleston dice en su carta que en el curso del día de mañana (día 20), será enviado un mensajero con despachos y mis instrucciones finales. Llovió toda la noche, el viento viró al norte.