A las 10 de la mañana el señor Planta me envió mi dinero por medio del señor M. y poco después vino el capitán Gambier para decirme que el yate del almirante nos llevaría a bordo del Pyramus, a las 12. Tuve así tiempo para escribir mis apresurados adioses a mi queridísima familia de Inglaterra, y a la igualmente querida de Rusia. ¡Que el cielo proteja a ambas! Al cabo de dos horas el señor Morier y yo, con las personas pertenecientes a nuestras misiones, estábamos cómodamente sentados en la cubierta del Sylph, y a los 20 minutos fuimos transferidos a la de la fragata, acompañados por el saludo de rigor. Encontramos nuestro barco en plena confusión (por lo que se refiere a alojamiento), a causa del escaso margen con que se recibió el aviso transmitido por el Almirantazgo al capitán, de que nos tenía que llevar a América del Sur; uno a México y el otro a Colombia. A las tres zarpamos con buena brisa fresca del noroeste. De modo que, después de una felicísima estadía en el seno de mi familia inglesa, me hallo de nuevo condenado a ser un vagabundo, alejado de todo lo que amo, venero y estimo. No obstante, mis sentimientos, al dejarlo, son muy agradablemente diferentes de lo que, hasta ahora, he experimentado con harta frecuencia. La fortuna parece burlarse de mí con sus sonrisas, pero, si vivo, pondrá en mis manos la posibilidad, gracias a mi conducta y mis servicios, de proporcionar más comodidades a mi anciana madre hasta que el cielo decida llevársela de nuestro lado, y de suavizar los trabajos de mis queridas hermanas, agregando también algo a sus frugales disfrutes, no solo ahora, sino también cuando declinen sus vidas. Durante la agitación de esta noche tuvimos cuatro accidentes, afortunadamente ninguno de ellos con daños que lamentar. Un hombre se desplomó del aparejo sobre el alcázar; el cabo de infantes de marina se cayó a la bodega; otro sujeto fue a parar al mar y el doctor Coxe, mi secretario, fue a dar de bruces, desde arriba, sobre la caseta del timón. Es singular que no haya habido daños materiales como resultado de estos accidentes. El Pyramus es una fragata grande y el capitán Gambier parece una persona excelentísima y muy atenta. Nuestro grupo en su camarote se compone del señor Morier, el doctor Maers, el señor LeMessiac, el señor Gambier —hermano del capitán— y yo; y por lo que puedo juzgar, basándome en estas pocas horas, todo irá recíprocamente bien para comodidad de cada uno.