Bajamos todos a tierra y nos instalamos en un hotel tolerablemente bueno, cerca de la playa, llamado Lewis. En todas partes del mundo nuestros compatriotas muestran muy liberalmente su hospitalidad a sus paisanos viajeros. Fuimos invitados todos a cenar por un tal señor Neil, de la casa de M. Cavan & Co., para quien llevaba cartas. Fui andando con el señor Morier por la carretera hacia Kings House, mansión de gobierno, etc. La escena era, hasta cierto punto, una novedad, pero no me produjo efecto tan sensible como el que había imaginado. La población de Bridgetown tiene un aspecto general de limpieza, pero las calles son estrechas, y las casas en modo alguno vistosas como las de Madeira. En las calles se advertían muchos desdichados y agotados negros objeto de conmiseración. A las 5 nos embarcamos en cuantas canoas fueron necesarias para dar cabida a nuestro grupo, y partimos a casa del señor Neil para cenar, más o menos a media milla de la ciudad. Es una hermosa residencia campestre situada en el corazón de un jardín bien plantado, con una agradable vista sobre la residencia del obispo (llamada Gibraltar) y las plantaciones que la rodean. La comida fue excelente, con vinos de todas clases cuidadosamente enfriados. Conocí al D.Q.M. General, coronel Berkeley, y a un oficial de artillería, además de nuestros amigos marinos que comandan la Bahía. Hoy hace precisamente un mes que zarpamos de Spithead.